lunes, 29 de diciembre de 2008

Jesús Galavís, finalista de nuevo

Nuestro querido amigo Jesús Galavís ha conseguido el segundo premio en el certamen TRINIDAD ARROYO DE PERIODISMO DE PALENCIA, con un artículo publicado en el Diario Hoy, titulado "El nombre de una mujer".

En convocatorias anteriores, estos premios sólo estaban abiertos para la participación femenina, siendo este año el primero en el que los hombres también podían participar, por ello, Jesús aprovechó la oportunidad para presentar el artículo que aparece a continuación. Desde la biblioteca le damos la enhorabuena.


EL NOMBRE DE UNA MUJER

EL jueves en que Lola se apuntó a lo de la danza del vientre, su hermana se pasó toda la mañana de compras: primero en el hipermercado, casi hasta las doce, buscando las ofertas, luego en la frutería y finalmente en la zapatería donde arreglaban el calzado de sus tres hijos. A ella le gustaría comprarles zapatos nuevos cuando se les estropeaban, pero no le llegaba el dinero: su marido no le daba demasiado para comer y para los demás gastos. Te apañas con esto, le decía , así que no le quedaba más remedio que afinar mucho en cómo se lo gastaba, si quería llegar a final de mes y no tener problemas con su hombre. Porque eso ni se le ocurría, decirle que no tenía suficiente, pues enseguida estaba montada la bronca o algo peor. Pero pegarle, lo que se dice pegarle, no, hasta ahí podíamos llegar, que su marido no era como esos que salen en los periódicos, que maltratan a sus pobres parejas. No por Dios, que no era eso Lo único, que le gritaba y que le decía algunas veces que era una inútil, o que no sabía educar a los hijos La verdad es que un par de veces sí que se le escaparon unas bofetadas, nada importante, y además luego le pidió perdón y todo, porque era un hombre de mucho carácter, pero en el fondo era bueno. La hermana de Lola, la que nunca se le ocurriría apuntarse a un cursillo de danza oriental, llegó a casa pasada la una, y ahora tenía que cocinar y rematar la limpieza del baño, porque aún faltaban la bañera y los cristales de la mampara.

El nombre de esta mujer, el nombre de la hermana de Lola no importa, porque es un personaje secundario en esta historia. Es mucho más importante Lola, vamos, sin discusión. Cuando esta salió de la oficina, después de tomarse un café con tarta en el bar de enfrente, tomó un taxi para que la llevara a la academia donde le iban a enseñar danza del vientre, que era muy sexi y todo eso. Se iban a enterar los moscones que la pretendían cuando montase un show en la fiesta de la empresa a final de año. Los iba a poner a cien. Se acordó de su hermana, la pobre; desde que se había casado parecía otra. Un día de estos la tenía que llamar y preguntarle qué tal. La verdad es que, después de casarse, estaba muy cambiada, como si hubiese perdido la ilusión de vivir; ya casi ni se arreglaba para salir a la calle, unas pintas. Sí, sí, mañana o pasado le daba un toque por teléfono, a ver si encontraba un hueco y quedaban.

Ese día el marido de su hermana, su cuñado Alfredo, después de acabar el trabajo se dirigió a casa y, como siempre, fue parando en dos o tres bares para tomarse unos vinos. Así llegó al que estaba en la esquina de su bloque, donde se quedó con los amigos hasta la hora de cenar. Y siguiendo la rutina, se tomó más de lo que le convenía. No se emborrachaba, no hay que exagerar, aunque todas las noches se alegraba un poco, porque para eso se pasaba el día trabajando, y a ver si no iba a tener derecho a un desahogo y a charlar con los de la peña de fútbol de cosas de hombres. Y luego, en casa, pues se sentía el amo, y no le quedaba más remedio que demostrarlo, que para eso era su casa, y aquella su mujer, pues no te jode, y no lo podía remediar, pero le entraban unas ganas como de montar un número, de abroncarla, y de echar fuera la mierda que se traía desde por la mañana, no te digo.

La hermana de Lola, la mujer de Alfredo, la que no tiene nombre ni cuenta apenas nada en esta historia, porque es una esposa a quien han relegado al anonimato, una mujer a quien la están apeando de la vida sin necesidad de forzar un titular en la sección de sucesos de los periódicos, llega al portal de su casa. Allí se cruza con su vecina, que tiene nombre y se llama, por ejemplo, Gloria. Gloria la saluda y sólo recibe un seco hola que le lanza sin mirarla. ¿Qué rara es esta mujer, y qué antipática, no sé ni por qué me molesto en saludarla!

La mujer antipática sube las escaleras y piensa en la suerte que tiene su vecina, a la que siempre se la ve feliz y tan guapa. Le gustaría hablar con ella algún día, parece una chica agradable, pero no se atreve, porque a su marido le molesta que tenga amistades entre los vecinos. Abre la puerta, deja la compra en la cocina. Luego recuerda que tiene que rematar el cuarto de baño: allí ve su cara reflejada en el espejo y, sin poder remediarlo, como muchas mañanas, se pone a llorar mansamente sentada en un taburete junto a la bañera blanca que huele a champú barato, la bañera que todavía tiene los pelos que su marido nunca limpiará después de ducharse, faltaría más.

Qué más da cómo se llama la hermana de Lola, la mujer de Alfredo, si es una mujer sin nombre desde que se casó con él. Ojalá algún día esta mujer pueda recuperar su libertad y su dignidad. Y vuelva a tener nombre, y se llame Julia, o Luisa, o Esther. Y pueda vestir con elegancia, oler bien, y saludar con alegría a las vecinas. Y entonces deje de ser la mujer ignorada de un canalla como Alfredo, igual que las de otros muchos desalmados a quienes no se les reserva un hueco en las primeras páginas de los periódicos, pero que están aquí, entre nosotros.

Ese jueves se publicó el número de víctimas de violencia de género que se han acumulado desde que se inició el año. Los periódicos nos vienen proporcionando los detalles escabrosos y sangrientos: «Mata a su mujer en presencia de su hijo de cuatro años; asesina a puñaladas a su ex novia y al novio de ésta; dispara un tiro en la cabeza a su pareja y se entrega a la Guardia Civil; arroja a su esposa por el balcón; asesta catorce puñaladas a su compañera ». Ya van casi treinta desde que se inició el año, nos informan como en un macabro registro de la muerte inútil, de la muerte cruel y abyecta. Pero nunca aparecerá la contabilidad oscura, la lista vergonzosamente oculta de las miles de mujeres sin nombre que soportan a maridos que tienen como denominación común un calificativo muy preciso. Díganlo en voz alta, para que nos oigan.


Artículo extraído de : http://www.hoy.es/prensa/20080517/opinion/nombre-mujer-20080517.html

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